Un emprendedor es una persona
que enfrenta, con resolución, acciones difíciles.
Específicamente en el campo de la economía,
negocios
o finanzas,
es aquel individuo que está dispuesto a asumir un riesgo económico o
de otra ìndole. Desde este punto de vista, el término se refiere a quien
identifica una oportunidad de negocio y organiza los recursos necesarios para
ponerla en marcha.
Es habitual emplear este término para
designar a una «persona que crea una empresa»
o a alguien quien empieza un proyecto por su propia iniciativa. Se ha sugerido
que el “ser emprendedor” es una de las cualidades
esenciales de un empresario, junto con la
innovación y la capacidad de organización y gestión.
Debemos dejar en claro que ser emprendedor y
ser empresario no es lo mismo. Ser emprendedor se refiere a ser una persona que
siempre busca nuevos retos, que siempre busca nuevos objetivos y trabaja en
cumplirlos. Y el ser empresario es aquella persona que ve oportunidades de
negocio, la lleva a cabo y busca generar sustentabilidad. Por lo tanto es claro
que para ser empresario, se requiere ser emprendedor ya que este es el primer
paso para iniciar un proyecto, pero si eres emprendedor no necesariamente debes
convertirte en empresario, ya que los objetivos de un emprendedor pueden ser
distintos al objetivo de crear una empresa. La mentalidad emprendedora es
totalmente diferente a la mentalidad de un empleado. Además requiere de un
conjunto de habilidades diferentes.
Para ser emprendedor una persona debe saber
cuales son sus habilidades y dones innatos, tanto en el área física, como
también en el área mental, emocional y espiritual. Así podrá emplear sus
fortalezas provechosamente y buscar maneras de compensar sus debilidades. Las
personas que se conocen bien saben tomar decisiones sabias, porque tienen claro
que algunas situaciones les "calzan" mejor que otras. De ésta forma
logran entregar su máximo potencial.
Etimología y evolución del concepto de emprendimiento
El término emprendedor deriva de la
voz castellana emprender, que proviene del latín
, coger o tomar, aplicándose originalmente -tanto en España como otros países-
a lo que ahora serían llamados aventureros,
principalmente militares, sentido que evolucionó posteriormente a tener
connotaciones comerciales. La palabra fue definida por primera vez en el Diccionario de autoridades
de 1732, todavía con esas connotaciones, como: "La persona que emprende y
se determina a hacer y ejecutar, con resolución y empeño, alguna operación
considerable y ardua".Del mismo dicen se dice ser "Señor esforzado y emprendedor de hazañas
notables, como su padre."
Ese sentido y evolución está estrechamente
relacionado con el vocablo francés
entrepreneur, que aparece a principios del siglo XVI.
Posteriormente, a principios del siglo XVIII, los franceses extendieron el
significado del término a los constructores de puentes, caminos y los arquitectos.
Así, por ejemplo, L'Encyclopédie
define el término entrepreneur como "se dice por lo general del que
se encarga de una obra: se dice un emprendedor de manufacturas,
un emprendedor de construcciones, un
manufacturador, un albañil contratista."
La traducción de la frase anterior es
difícil, dado que el sentido de las palabras ha cambiado, pero se ha sugerido
que el sentido de la frase francesa -a diferencia de la hispana- se relaciona
con la persona que obtiene un contrato con otros y está a cargo de su
ejecución, lo que en España se denominaba en aquellos tiempos "maestros de
obra" -personajes tales como Carlín
o Alonso Rodríguez- o un
contratista en su sentido original: quienes recibían contratos reales -en el
sistema de la Casa de Contratación de Indias-
y, en general, quienes contrataban la producción de algunos bienes por encargo.
El elemento de riesgo no aperece aún, dado que tales personajes financiaban sus
actividades sobre la existencia de un contrato
con alguna autoridad y sus ingresos estaban, por lo general, asegurados.
En 1755, Richard Cantillón
cambia definitivamente ese sentido de la palabra, transformándola en "la
voluntad o capacidad de enfrentar la incertidumbre". Cantillon postula que
el resultado de toda actividad es incierto, implica un riesgo, y alguien tiene
que asumirlo con la esperanza de recompensa en el futuro y utiliza el término
“entrepreneur” para designar a ese individuo, con lo que su significado pasa a
ser "tomador de riesgos", en lugar de ser alguien que tomaba un
salario.
Posteriormente, ese sentido de “entrepreneur”
se generalizó para identificar tomadores de riesgos económicos.
Jean-Baptiste
Say jugó un papel importante en esa generalización, haciendo en 1803
explícito y coherente ese nuevo sentido. En su “Traité d'économie politique”,
-traducido extensivamente y con gran influencia- Say presentó al “entrepreneur”
(en castellano, empresario
) como el que “dirige una empresa, especialmente un contratista, actuando como
intermediario entre el capital y el trabajo”.
Notó que es raro que tales empresarios sean tan pobres que no posean siquiera
parte del capital que emplean. Sin embargo, para él lo importante es que “el
empresario está expuesto a todos los riesgos mientras que se aprovecha de todo
lo que puede serle favorable”.
Esa concepción perduró hasta comienzos del
siglo XX y se puede resumir como la del propietario que maneja empresas y asume
riesgo. Y -se puede alegar- aún perdura como el sentido general de la palabra
en países de habla hispana.
No obstante, esto empieza a cambiar con Joseph
Schumpeter, quien sugiere que invenciones
e innovaciones
son la clave del crecimiento económico
y quienes implementan ese cambio de manera práctica son los emprendedores. Para
Schumpeter, la clave de este concepto es la capacidad de transformar
innovaciones desde un invento a un producto práctico, lo que implica un alto
riesgo económico. En palabras de Eudald Domènech: “La innovación por la
innovación no sirve para nada. Innovar es crear productos que hagan la vida más
fácil.”
Así, en la concepción moderna, el
entrepreneur/emprendedor pasa de ser principalmente un tomador de riesgos
económicos, en general, a un innovador.
Por ejemplo, se ha sugerido que Henry
Ford llegó a ser un emprendedor no en 1903, cuando comenzó a
producir automóviles, sino en 1908-9, cuando comienza a producir el modelo
T e introduce la producción en cadena,
resultando ambas innovaciones en una revolución tanto en la industria como en
la sociedad de Estados Unidos.
En otras palabras, se sugiere que la
diferencia central entre personas del tipo de, por ejemplo, Bill
Gates o Steve Jobs y otros no es
que éstos sean los únicos dispuestos a de tomar riesgos o capaces de ello, sino
que estos personajes - motivado no necesariamente en forma principal por la
ganancia
- son capaces de introducir innovaciones que modifican profundamente algún área
económica o la sociedad entera. Posteriormente aparecerán otros que copian o
adoptan esas innovaciones, quienes también asumen un riesgo, pero no son -según
esta concepción- verdaderos emprendedores, sino más bien un hombre de negocios,
un comerciante
o un empresario.
En palabras de la empresa consultora
"Intelectium Consulting" que identifica -entre los nueve problemas
que afectan a los emprendedores españoles- la “escasez de ideas realmente
innovadoras”: "A los inversores no les interesan más redes sociales,
buscadores de precios o más tiendas convencionales a través de Internet, aunque
haya pequeños buenos negocios detrás de ellos… les interesan proyectos
altamente innovadores, fuertemente creativos, que aún no existan, que no tengan
competencia ni rival en ningún país del mundo.”.
Ése es el sentido central de la concepción
schumpeteriana acerca del emprendedor: los entrepreneurs son aquellos capaces
de, superando resistencias, incorporar tales innovaciones a los procesos del
mundo real: “la gran mayoría de los cambios en las comodidades del consumo han
sido forzados por los productores sobre los consumidores, los que, más a menudo
que no, han resistido el cambio y han tenido que ser educados por las
elaboradas técnicas psicológicas de la publicidad”.
Esta visión, del emprendedor como creador de cultura,
especialmente material,o desarrollo económico,
puede ser concebida como un retorno al espíritu del término hispano primigenio,
cuando se aplicaba a quienes crearon los elementos físicos básicos -desde
catedrales y palacios a máquinas y sistemas de organización- de la Edad
Moderna. Hay quien, en ese espíritu, considera al emprendedor como
un héroe cultural
Contexto actual y desarrollo
Todo lo anterior ha dado origen a dos
posiciones o percepciones principales. Primero, una posición que puede ser
trazada en torno a Adam Smith y los clásicos
en general, para quienes la innovación es una cualidad humana que se manifiesta
en la solución de los problemas: dado la existencia de éstos, alguien los
percibirá y encontrará alguna solución.
Algunas de esas posibles soluciones
fallarán o no serán adoptadas, otras adquirirán una gran difusión y éxito
económico. Esta posición está representada en la actualidad en las posiciones
de la llamada escuela austriaca: “el
emprendedor está alerta ante las oportunidades que se presentan en el
mercado... Allí donde el emprendedor cree ver un desfase de precios entre los
recursos y sus usos, se vislumbra y se puede explotar una oportunidad de
negocio. En un entorno de incertidumbre, el emprendedor puede equivocarse en
sus presunciones; si acierta, la implicación es que ha encontrado un mejor uso
para el recurso hasta entonces infravalorado y el mercado le premia con
beneficios que, como bien sabemos, tienen una vida efímera. Si falla, ha
malgastado ese recurso y no le queda más que
Otros perciben la innovación efectiva como
dependiente de factores previos: “A nuestro juicio, la innovación es una
actitud cultural que se sustenta en el conocimiento del mundo que provee la
ciencia, y que posibilita por un lado generar y, por otro, sacarle partido, a
las herramientas conceptuales y tecnológicas de las que disponemos, identificar
problemas, encontrar las soluciones apropiadas y tener la capacidad de
transferir estas soluciones a otros contextos u otros problemas. Es decir,
podemos crear o modificar distintas soluciones a fin de ponerlas en
circulación, pero ellas se sustentan en un saber que ha llegado a su fase
creativa como resultado del aprendizaje acumulado y de la maduración alcanzada
por ese saber. “
En otras palabras: si consideramos que
innovar es adaptar una invención al mercado -”Es el proceso en el cual, a
partir de una idea, invención o reconocimiento de una necesidad, se desarrolla
un producto, técnica o servicio útil hasta que sea comercialmente aceptado”
- es obvio que alguien tiene que haber hecho esa invención previamente. A su
vez, en el mundo contemporáneo, esto depende crecientemente de desarrollos en
la educación
y estudios científicos
y técnicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario